Es curioso como a veces las cosas no terminan de salir.
Me explico.
Desde el que paso más tiempo en casa, sobre todo desde el primer confinamiento, estoy intentando cocinar más variado, más sabroso y saludable. Ese siempre ha sido mi talón de Aquiles en cuanto al cuidado personal se refiere.
Hubo una época no muy lejana en la que me alimentaba de leche con cereales, de esos que llevan fibra, y sandwiches de jamón y queso. Si has hecho esta barbaridad mantenida en el tiempo, te habrás dado cuenta de que el cuerpo te avisa. Te avisa en forma de diarrea y de falta de claridad mental. Créeme que aprendí lo importante que es una dieta nutritiva y equilibrada.
Desde entonces, he indagado como mejorar mis dotes culinarias. Pero hasta que no he tenido un poco más de tiempo para respirar, no he puesto en marcha el plan maligno de disfrutar con la comida.
La verdad es que pensaba que había mejorado en eso de cocinar cosas comestibles, pero por lo visto, menos de lo que yo pensaba.
Hoy he preparado arroz con calabaza al curry al que he tenido que añadir mayonesa para que me pasara por la garganta porque estaba muy muy seco. Con mayonesa no estaba malo, pero esa no era la idea.
No quiero llegar a ser un gran chef, para eso ya está mi hermano (todo el talento para cocinar se lo quedó él. Ya podía haber repartido un poco, digo yo). Pero sí aspiro a hacer platos resultones y no tener que comprar el típico pollo asado cuando vengan mis padres a verme.
Como en el resto de cosas en la vida, aprender a cocinar es un proceso con altibajos, en el que unos días te saldrán maravillas (todavía no he llegado a eso) y otros días saldrán cosas (mierdas) que solo podrán pasar con mayonesa.
La clave está en no claudicar. En que cuando llegue ese día y te salga una mierda, no te pongas la escusa de que no sirves para no volver a tocar una sartén en tu vida.
Claro que sirves, pero te tienes que poner a ello día tras día. E irás mejorando. No te queda otra.