El último paso antes de terminar algo siempre es el más difícil.
No sé si a ti te pasa lo mismo, pero cuando va llegando la fecha de entrega de un trabajo, mi productividad va bajando y bajando, hasta que tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para terminar aquello.
Así que cuando lo que tengo que hacer no es obligatorio, sino un proyecto personal, algo que me da placer pensar en ello, que incluso llevo soñando años con hacerlo, soy incapaz de terminarlo. Se puede quedar en un cajón, o en un archivo de mi ordenador, perdido. Pero no olvidado.
Porque yo sé que está ahí. Y me llama. Ocupa un lugar en mi mente que me recuerda, cada poco, que no lo he sido capaz de dar el último paso.
La razón más poderosa para postergar la finalización de mis proyectos personales es el miedo a la crítica. Así que mi mente se anticipa y me dice que realmente no vale nada el trabajo realizado, da igual que sea un relato o una fotografía, que mejor lo guardamos. No vaya a ser que a alguien no le guste y nos lo diga.
Perdón por el sarcasmo. Es que mi mente y yo llevamos unos días peleadas.
A la mente no le gusta correr riesgos. Pero el riesgo que corres es que al final no te atreves a salir al mundo. No te atreves a mostrar lo que has hecho y decir que estás orgullosa de lo que has creado y por extensión, de ti misma.
Y no te das a ti misma la oportunidad de oír esas críticas que te tienen paralizada. Porque siempre habrá críticas. Y es bueno. Bueno, porque estás teniendo un impacto. Y mejor, porque puedes aprender de ellas muchísimo.
El miedo a la crítica es paralizante y creo que hay que trabajar en ello. Después de varios años con el proyecto del blog paralizado, he dado una buena patada en el culo a mi mente cobardica y aquí estoy. Cualquier crítica constructiva será bienvenida. Aunque por favor, no seas cruel conmigo.
Esta reflexión se la debo a Jon Acuff y a su libro Finish. Que recomiendo que te leas.